*** Baloncesto con alma: lo que hemos perdido en el patio y en la cancha ***

  

Hubo un tiempo en el que el baloncesto amateur, el de patio de colegio o pabellón municipal, atraía a verdaderos entendidos. Aficionados que domingo tras domingo acudían a ver al equipo de su ciudad, no por compromiso familiar ni por amistad con los jugadores, sino por pasión auténtica. 

Aquellos equipos estaban formados, en su mayoría, por gente del lugar, y siempre había un “jugador especial”: el que destacaba por su salto, su inteligencia en la pista, su tiro exterior… pero, sobre todo, por un estilo propio. Frente a él, un rival que traía garra, defensa férrea y agresividad, dispuesto a pelear cada posesión.

Un mate de un jugador de más de dos metros podía ser algo habitual, incluso previsible. Pero cuando un base bajito colgaba la pelota del aro o un tirador encadenaba cuatro o cinco triples desde “casa”, el espectáculo estaba asegurado. No hacía falta mucha publicidad para llenar el pabellón: los aficionados acudían a defender los colores de su ciudad.

Hoy, sin embargo, el negocio y la maquinaria publicitaria de la NBA han mantenido vivo el espectáculo… pero a menudo sin alma. La rutina del triple lanzado a mansalva —con más fallos que aciertos—, los partidos planos a nivel profesional, las defensas flojas y los ataques repetitivos han generado un baloncesto menos creativo. Y, cuando este modelo se copia en el juego amateur, deja de atraer al verdadero amante de este deporte.

Vivimos en un mundo de espejos deformados, donde la publicidad nos dicta qué ver y cómo sentir. En el deporte, como en la vida, eso nos aleja de nuestra historia, de nuestra forma original de vivir las cosas. Nos convierte en simples números al servicio del capital, olvidando que el baloncesto —y cualquier deporte— es, ante todo, una celebración de identidad, comunidad y pasión.

El baloncesto se ha vuelto aburrido… y la culpa es de la NBA.

Antes un base de 1,75 que hacía un mate llenaba un pabellón. Hoy tenemos triples fallados, defensas blandas y copias baratas del “show” americano.

Nos han vendido que espectáculo es tirar desde 8 metros y sonreír a la cámara. Pero el verdadero baloncesto es sudar la camiseta, inventar sobre la marcha y defender tu barrio como si fuera la final del mundo.



Predicando en el Desierto
Miguel A Soto