*** ¿Qué está pasando con el entrenamiento en el baloncesto? ***


En los últimos años, tanto el baloncesto profesional como el amateur han experimentado una transformación profunda en cuanto a la forma en que se entrena. Y, lamentablemente, en muchos casos, este cambio no ha sido para bien.

En el baloncesto profesional, se entrena menos. Y no por comodidad o negligencia, sino por pura necesidad. La cantidad de partidos que deben afrontar los equipos es brutal. 

En ligas como la NBA o la Euroliga, el calendario está tan comprimido que apenas queda espacio para entrenamientos exigentes. Los jugadores apenas tienen tiempo para recuperarse entre un viaje, un partido y el siguiente. 

Como resultado, los entrenamientos se han convertido muchas veces en simples sesiones tácticas o de recuperación, y la mejora técnica o física queda relegada a momentos puntuales fuera de temporada.

Sin embargo, donde la situación es aún más preocupante es en el baloncesto amateur y de formación. 

Aquí no solo se entrena menos, sino que lo que se entrena, muchas veces, tiene poca intensidad o poco enfoque. Con excepciones, claro está, muchos entrenamientos de clubes de base se parecen más a coreografías de ballet que a verdaderas sesiones de baloncesto. 

Se juega, sí, pero no se enseña. No se corrige. No se exige.

Antes, los jugadores jóvenes de cantera eran más fuertes, más intensos, más completos. Salían al campo con fundamentos sólidos: sabían botar, pasar, defender y lanzar en suspensión con técnica. 

Hoy, muchos jóvenes llegan a categorías superiores sin saber ejecutar correctamente lo más básico. No por falta de talento, sino por falta de trabajo.

Parte del problema es cultural. El esfuerzo se valora menos, y el proceso ha sido reemplazado por la inmediatez. Se busca competir desde edades muy tempranas sin haber construido antes una base técnica sólida.

Además, muchos entrenadores —por falta de tiempo, recursos o formación— no pueden o no saben cómo estructurar entrenamientos verdaderamente útiles. Y eso termina por afectar directamente a los jugadores.

La consecuencia es clara: vemos cada vez más jugadores con físico, con energía, con ganas… pero sin fundamentos. Jugadores que no saben leer el juego, que cometen errores básicos en defensa, que no dominan el bote ni entienden cómo pasar el balón con ventaja. Y eso, a largo plazo, empobrece el nivel general del baloncesto.

Es hora de recuperar lo esencial. De volver a enseñar. De formar entrenadores capaces de transmitir conocimientos reales. De dedicar tiempo a pulir fundamentos. No es una lucha contra la modernidad, sino una defensa del oficio, del detalle, del trabajo bien hecho. 

Porque sin eso, no hay futuro para el baloncesto.

Predicando en el Desierto
Miguel A Soto