*** LA CULTURA DE LA INCULTURA: LA "SUMMER LEAGUE" A NIVEL LOCAL ***

En nuestra localidad (aspirante a la ciudad mundial de la cultura 2031) como el deporte de la canasta les importa tres rábanos, suele cerrar durante el verano los polideportivos municipales, ya que para algunos los toros o la semana santa por ejemplo si es cultura, pero eso del deporte de "masas" como que no lo tienen del todo claro, pues hace décadas los que hacíamos algún deporte del pueblo estábamos considerados como "gamberros" o malos estudiantes, e incluso, se nos multaba por ello si jugabas en la calle.

Entonces la prioridad era el coche, no sus habitantes, ni sus calles, estas estaban destinadas para la circulación de los coches en un futuro próximo, no podíamos molestar su circulación.

Sin embargo, recuerdo que en los años 60/70, durante el verano, teníamos torneos de baloncesto al aire libre (no había cubiertos) como por ejemplo en el Club Nazaret, o bien en la misma Alameda Vieja había actividades deportivas en verano. 

En el Colegio Mundo Nuevo, organizaban la semana deportiva lasaliana con atletismo, torneos en varios deportes, e incluso cuando comenzó a funcionar el Pabellón Ruiz Mateos, se organizaba las 24 horas de baloncesto u otros torneos, los jugadores tenían competiciones para ir mejorando, hoy se tienen que buscar la vida si quieren practicar baloncesto en verano en "la futura ciudad de la cultura 2031".


La reflexión es tan punzante como cierta. Lo que se describes es un retrato claro de la cultura de la incultura institucionalizada, esa que desprecia lo popular, lo físico, lo colectivo... mientras exalta símbolos vacíos por interés político o folclórico.

El deporte (especialmente el de base) no es cultura… ¿para quién?

Para muchos ayuntamientos y políticos, la cultura sigue siendo solo lo que huele a incienso, palcos y trajes caros.

Actividades como el baloncesto, el skate, el parkour o el fútbol de barrio siguen siendo vistas por algunos como "ruido", "desorden" o "cosas de gamberros".

Esa mentalidad no ha cambiado del todo desde hace décadas: los deportistas jóvenes eran “malos estudiantes” por definición, y jugar en la calle era un acto casi subversivo.
 
Coches primero, personas después (si acaso)

La planificación urbana de muchas ciudades pequeñas o medianas sigue anclada en los 70: calles para coches, aceras estrechas, plazas sin canastas, sin zonas deportivas abiertas.

El espacio público, en lugar de invitar al encuentro, al movimiento o a la actividad física, se convierte en territorio hostil para el ciudadano activo.

El deporte de masas molesta: genera ruido, ocupa espacio y no cotiza políticamente como una procesión o una corrida de toros. Así lo ven algunos.
 
Polideportivos cerrados en verano: la gran ironía

Justo cuando los chavales tienen más tiempo, más necesidad de socializar, más riesgo de aburrimiento, apatía o incluso conductas de riesgo... ¡cierran los espacios deportivos!

Es el mensaje claro: "si quieres hacer deporte, vete a la playa, o paga una privada". El deporte público y de base no interesa, no da votos, no tiene lobby.



¿Ciudad candidata a la Capital Europea de la Cultura 2031?

Si se aspira a ese título mientras se cierran canchas, se persigue la actividad espontánea y se desprecia el deporte como cultura, entonces lo que se persigue es solo un galardón vacío, turístico y de escaparate.

La cultura no es solo música clásica, museos o desfiles religiosos. Es también:

Un niño que mete su primer triple en una cancha de cemento.
Un torneo de barrio donde se abrazan chavales de distintos orígenes.
Un espacio donde se aprende a perder, a compartir, a superarse.
 
 ¿Qué se puede reivindicar?

El deporte como herramienta de transformación social y cultural.
Espacios públicos abiertos todo el año.
Una visión de ciudad que ponga al ciudadano en el centro, no al coche ni a las élites.
El derecho a jugar como parte del derecho a una vida digna.
 
La crítica es constructiva necesaria y muy reveladora. No hay cultura sin ciudadanía activa, y no hay ciudadanía activa si se margina el deporte, si se castiga al joven que juega en la calle, si se cierran los espacios donde se forma comunidad.

La cultura de la incultura no es ignorancia: es decisión política. Y como tal, se puede y se debe cuestionar.


Predicando en el Desierto
Miguel A Soto