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UN DESASTRE DE LA NAVIDAD.


Mientras los profesionales juegan más partidos durante las Navidades, el deportista aficionado se dedica a la ingesta de alcohol y al desenfreno, se paralizan las ligas federadas, apenas se entrena y una gran mayoría pierde su buena forma física.

Cuando debería ser al revés, durante las vacaciones, las instalaciones municipales deberían estar abiertas, tener más actividades deportivas, precisamente al estar cerrados los centros escolares y tener los chavales más tiempo libre para sus actividades deportivas, evitando la promoción y el consumo de alcohol entre los jugadores deportistas, luego nos quejamos de los animados "botellones".

Un desastre de la Navidad, no se puede llegar muy lejos en deporte, si no cuidamos el físico, entrenamos a diario, ya que consumir alcohol antes o después de hacer la práctica deportiva puede minimizar el beneficio del ejercicio realizado.

Igualmente, tenemos un factor de sobra conocido tanto en el mundo del deporte como en la vida cotidiana: el alcohol engorda, mucho.

El alcohol no ayuda a rehidratar el organismo, ni siquiera en forma de cerveza, sino que colabora en la deshidratación.

El alcohol empeora el rendimiento deportivo, evitando la recuperación muscular correcta y perjudicando el sueño y el descanso.

El alcohol tiene un gran potencial calórico, y también colabora en el consumo asociado de comidas de alta densidad calórica.

Queremos imitar a los profesionales, llegar a ser mejores jugadores sin sacrificarnos mucho y sin mantener una vida sana, eso es una quimera.