*** De las canchas vacías al botiquín lleno: ¿qué le está pasando a nuestra juventud? ***
El domingo pasado fui con unos amigos a tirar unos tiros a una cancha de baloncesto callejera en mi localidad. Un plan sencillo, como los de antes. Pero algo llamó la atención desde el primer minuto: la cancha estaba completamente vacía. No solo no había partidos, ni chavales tirando al aro, ni uno solo rondando el balón. Nada. Silencio.
Preguntando por ahí, me dijeron que ya es lo normal. Que esas canchas —que hace no tanto eran punto de encuentro, rivalidad y amistad— llevan tiempo sin ver movimiento real. Y no solo las de baloncesto.
Preguntando por ahí, me dijeron que ya es lo normal. Que esas canchas —que hace no tanto eran punto de encuentro, rivalidad y amistad— llevan tiempo sin ver movimiento real. Y no solo las de baloncesto.
Pasa también con las de fútbol sala, skate, voleibol… El deporte callejero, espontáneo y libre, parece estar muriendo.
¿Dónde están los jóvenes?
Buena pregunta. Porque no es que no existan, claro. Están en algún lado… pero no en la calle. No haciendo deporte. No conviviendo cara a cara.
Muchos están hundidos en la pantalla: móviles, videojuegos, redes sociales, plataformas. Otros están en el ciclo de botellones, fines de semana con alcohol como eje principal del ocio. Y los que sí se preocupan por su físico, muchas veces caen en el culto al cuerpo en el gimnasio, donde más que salud se busca estética, aprobación, o puro rendimiento rápido.
El precio de abandonar la calle
No se trata de nostalgia vacía. Es que lo que se está perdiendo es mucho más que actividad física:
Se pierde convivencia.
Se pierde socialización sin pantallas.
Se pierde libertad de moverse, de competir, de fallar y mejorar.
Y en su lugar, se está instalando algo preocupante: una juventud sedentaria, sobreestimulada digitalmente, con problemas de ansiedad y autoestima, y con una dependencia creciente de soluciones rápidas.
¿El resultado?
¿Casualidad o sistema?
Nada de esto es casual. Cuando se abandona el deporte accesible, libre y sano, y se sustituyen por pantallas, adicciones aceptadas socialmente y modelos de belleza inalcanzables, no es la salud la que gana. Es el consumo.
Se vende más ocio pasivo.
Se venden más suplementos.
Se venden más tratamientos.
Se venden más medicamentos.
Y mientras tanto, nos seguimos preguntando “¿qué les pasa a los jóvenes hoy en día?”

¿Dónde están los jóvenes?
Buena pregunta. Porque no es que no existan, claro. Están en algún lado… pero no en la calle. No haciendo deporte. No conviviendo cara a cara.
Muchos están hundidos en la pantalla: móviles, videojuegos, redes sociales, plataformas. Otros están en el ciclo de botellones, fines de semana con alcohol como eje principal del ocio. Y los que sí se preocupan por su físico, muchas veces caen en el culto al cuerpo en el gimnasio, donde más que salud se busca estética, aprobación, o puro rendimiento rápido.
¿Y el deporte por placer? ¿El juego por jugar? ¿La salud como resultado, no como objetivo de postureo?
Eso, cada vez menos.
El precio de abandonar la calle
No se trata de nostalgia vacía. Es que lo que se está perdiendo es mucho más que actividad física:
Se pierde convivencia.
Se pierde socialización sin pantallas.
Se pierde libertad de moverse, de competir, de fallar y mejorar.
Y en su lugar, se está instalando algo preocupante: una juventud sedentaria, sobreestimulada digitalmente, con problemas de ansiedad y autoestima, y con una dependencia creciente de soluciones rápidas.
¿El resultado?
Una generación que, cada vez antes, necesita pastillas para dormir, para calmarse, para activarse, para “funcionar”. Un negocio redondo para la industria farmacéutica, claro.
¿Casualidad o sistema?
Nada de esto es casual. Cuando se abandona el deporte accesible, libre y sano, y se sustituyen por pantallas, adicciones aceptadas socialmente y modelos de belleza inalcanzables, no es la salud la que gana. Es el consumo.
Se vende más ocio pasivo.
Se venden más suplementos.
Se venden más tratamientos.
Se venden más medicamentos.
Y mientras tanto, nos seguimos preguntando “¿qué les pasa a los jóvenes hoy en día?”
¿Qué hacemos?
No se trata de demonizar todo lo moderno. Las pantallas no son el enemigo. Los gimnasios tampoco. Incluso el botellón, en su justa medida, no es el apocalipsis. Pero lo que está fallando es el equilibrio, la conexión humana, el movimiento real.
Quizás es hora de volver a mirar las canchas vacías, los parques en silencio, y preguntarnos: ¿qué podemos hacer para devolverles la vida?
Porque si no lo hacemos, seguiremos llenando el silencio de la calle con el sonido de cajas registradoras… en farmacias.
Predicando en el Desierto
No se trata de demonizar todo lo moderno. Las pantallas no son el enemigo. Los gimnasios tampoco. Incluso el botellón, en su justa medida, no es el apocalipsis. Pero lo que está fallando es el equilibrio, la conexión humana, el movimiento real.
Quizás es hora de volver a mirar las canchas vacías, los parques en silencio, y preguntarnos: ¿qué podemos hacer para devolverles la vida?
Porque si no lo hacemos, seguiremos llenando el silencio de la calle con el sonido de cajas registradoras… en farmacias.
Predicando en el Desierto
Miguel A Soto
