*** Baloncesto de clase media: talento domesticado, futuro limitado ***
Es hora de decirlo claro: el baloncesto que se entrena en muchos clubes de nuestro país está criando jugadores que no valen para la élite. ¿Por qué? Porque el deporte se ha convertido en una actividad más de la clase media cómoda, educada, digitalizada y, seamos honestos, blandita. Demasiado blandita.
Poca calle, mucha cuota
Los chicos (y chicas) que hoy llenan los pabellones no llegan al entrenamiento en chándal sudado, llegan en SUV con el bocata bio y la botella de agua térmica. Pagan cuotas. Van a campus privados. Hacen tecnificación. Y eso está muy bien... hasta que hay que competir en serio. Entonces, los que destacan no son ellos.
¿Quiénes sí rompen en pista?
Los chavales de origen migrante, muchos de ellos afincados en barrios más duros, con historias de superación detrás, con hambre de verdad. Gente que no viene a "pasarlo bien", viene a cambiar su vida. Y eso se nota. En cada rebote. En cada defensa. En cada carrera.
El problema no es el talento. Es la actitud.
Claro que hay chicos con talento técnico entre los nacionales de clase media. Pero ¿cuántos están dispuestos a entrenar hasta las 11 de la noche sin mirar el móvil? ¿Cuántos pueden soportar que los sienten en el banquillo sin que papá o mamá vayan a hablar con el entrenador? ¿Cuántos aguantan una temporada sin quejarse porque "no tienen minutos"?
El baloncesto no necesita más talento. Necesita carácter.
Y eso no se compra con una mensualidad ni se entrena con vídeos de Instagram. Se forma en la calle, en el parque, en el día a día. Se forma cuando tienes algo que perder y todo por ganar.
Claro que hay chicos con talento técnico entre los nacionales de clase media. Pero ¿cuántos están dispuestos a entrenar hasta las 11 de la noche sin mirar el móvil? ¿Cuántos pueden soportar que los sienten en el banquillo sin que papá o mamá vayan a hablar con el entrenador? ¿Cuántos aguantan una temporada sin quejarse porque "no tienen minutos"?
El baloncesto no necesita más talento. Necesita carácter.
Y eso no se compra con una mensualidad ni se entrena con vídeos de Instagram. Se forma en la calle, en el parque, en el día a día. Se forma cuando tienes algo que perder y todo por ganar.
La gran mentira de la "proyección"
Mientras tanto, algunos clubes siguen vendiendo humo. Publican vídeos editados de niños botando dos veces y metiendo una bandeja con música épica. Les llaman "jugadores con proyección". ¿Proyección de qué? ¿De marketing? ¿De enchufe?
Muchos de los que ocupan minutos, titulares y focos no están ahí por nivel, sino por apellido. Por quién conocen. Por qué medio los menciona. Y luego, claro, llegan los que sí tienen hambre y se los comen vivos.
¿Estamos formando deportistas o egos inflados?
Hoy en día, muchos clubes no forman jugadores: forman consumidores. El baloncesto se ha vuelto un producto de consumo. Los chicos van al entrenamiento como quien va a clases de guitarra o robótica: para socializar, pasar el rato, tener una foto con la camiseta del club.
Y ojo, eso no está mal. Pero no confundamos participación con alto rendimiento. El que quiere llegar arriba no necesita un reel de Instagram. Necesita sacrificio. Dureza. Mentalidad. Y eso, hoy por hoy, viene de fuera.
Conclusión: la élite no es para todos
El baloncesto nacional necesita una sacudida. Una de verdad. No más postureo. No más enchufes. No más ídolos de TikTok con físico de papel.
La élite es para los que están dispuestos a sufrir. A competir. A dejarse el alma.
Y mientras los clubes sigan enfocándose en lo estético y no en lo esencial, seguiremos dependiendo de los que llegan con más hambre que ego.
Porque ya basta de dulzura: el baloncesto no es para niños de azúcar.
Miguel A Soto
