*** Baloncesto, verdad y relato: lo que no se ve desde las gradas ***
La gran mayoría de la prensa local e información sobre el baloncesto, partidos y demás, suelen ser cosas de entrenadores o de los mismos clubes, quienes se encargan de envíar la información a los diferentes medios locales, pues estos no cuentan con periodistas especializados en el baloncesto.
Construir una verdad en el baloncesto no es fácil. Y menos cuando se entrelazan intereses, emociones, lealtades y silencios. Lo he vivido de cerca, tanto en banquillos como colaborando con ONG deportivas, y me sigue sorprendiendo cuán poco se sabe (o se quiere saber) de lo que ocurre detrás de cada partido, de cada titular.
En el baloncesto amateur, la información que llega a los medios rara vez es trabajada por periodistas deportivos especializados. La mayoría de las veces, son los propios entrenadores, delegados o responsables de clubes quienes redactan crónicas, estadísticas y comentarios para los diarios locales, radios o páginas web. Esto no es una crítica, es una realidad.
Cuando estuve entrenando al Juventud-Jerez, era yo quien se encargaba de enviar la información a los medios locales. Trataba de ser lo más objetivo posible, pero siempre, inevitablemente, se tira un poco para casa. Es normal. En el deporte, como en la vida, la objetividad total es una utopía. Hasta en las grandes cadenas de televisión, los comentaristas “técnicos” suelen ser gente cercana o enviada por el club local. ¿Y qué hacen? Defender lo suyo, a veces con argumentos, otras con pasión.
La anécdota que nunca olvidé
Una vez, escribí una crónica tras un partido en la que no hablé bien del rendimiento de uno de mis jugadores importantes. El diario local publicó el texto con la firma del periodista de turno. A los pocos días, me llaman del periódico: el jugador había ido a buscar al periodista… para pegarle. Literal.
En el siguiente entrenamiento, lo encerré en el vestuario y le grité:
—¿¡Por qué fuiste a pegarle al periodista!?
Él, con casi dos metros de altura, me respondió:
—Miguel, me puso como los trapos.
Entonces le dije algo que lo desarmó:
—El que hace las crónicas en los diarios... soy yo.
Se quedó helado. Le expliqué que cuando juega bien, lo digo. Pero que si no está bien, también tengo que señalarlo. Que eso es lo justo. Desde ese momento, cambió su actitud por completo. Jugó cada partido con entrega máxima. No volvió a cuestionar nada. Solo jugaba.
Rumores, medias verdades y silencios convenientes
Hoy en día, la cantidad de “noticias falsas” o verdades a medias en los medios ha crecido a todos los niveles. Se acepta como algo inevitable. Lo vemos en el profesionalismo y en el deporte base. Se crean narrativas para proteger, para vender, para justificar.

Muchos figuran con edades inferiores a la real. ¿Por qué? Porque si al llegar dicen tener más de 18 años, no son acogidos por el sistema de protección de menores.
En muchos países africanos, no existen registros precisos de nacimiento, y en España no se hacen pruebas médicas para comprobar edad ósea de forma habitual. Resultado: hay chavales que dicen tener 16 o 17… cuando probablemente tienen 19 o 20.
No lo digo desde el prejuicio, lo digo desde la experiencia: he trabajado como voluntario con ONG deportivas que tratan directamente con estos jóvenes. Ellos mismos te lo cuentan. No es maldad. Es supervivencia.
En la vida no todo son caminos de rosas
En el baloncesto —como en tantos otros mundos— hay historias no contadas, reglas no escritas, injusticias aceptadas y silencios que conviene guardar. Pero también hay verdad, pasión y personas que creen en el deporte como herramienta de transformación.
Ojalá algún día tengamos una prensa deportiva más honesta, más comprometida, más humana. Mientras tanto, algunos seguiremos contando lo que vimos, lo que vivimos y lo que nos duele.
Miguel A Soto
