*** Los mejores entrenadores deberían estar en la base, no en la élite ***
A veces me pregunto: ¿por qué seguimos creyendo que los mejores entrenadores deben estar en los grandes clubes, en lo más alto de la pirámide del baloncesto? ¿No sería más lógico que estuvieran en la base, donde realmente se forman los jugadores?
En mi opinión, lo más importante para un entrenador no es ganar títulos ni dirigir estrellas, sino saber identificar y trabajar con el material humano con visión de futuro. Eso es lo que de verdad marca la diferencia.
Un buen formador no solo enseña a botar, pasar o tirar: moldea actitudes, corrige errores desde el inicio y transmite valores que acompañarán al jugador durante toda su carrera.
Sin embargo, en muchos países —incluido el nuestro— parece que el éxito de un entrenador se mide por los trofeos que ha ganado o el equipo en el que trabaja. Cuanto más arriba esté, más prestigio se le reconoce.
Sin embargo, en muchos países —incluido el nuestro— parece que el éxito de un entrenador se mide por los trofeos que ha ganado o el equipo en el que trabaja. Cuanto más arriba esté, más prestigio se le reconoce.
Pero, ¿y si estuviéramos enfocando todo al revés?
Miremos a Estados Unidos. Allí, muchos de los entrenadores más respetados no están en la NBA, sino en la NCAA, la liga universitaria. No es casualidad: la universidad es una etapa clave en la formación de un jugador. Es ahí donde se pule el talento, donde se trabaja el carácter, donde se consolidan los hábitos. Y para eso hace falta algo más que saber dibujar jugadas en una pizarra.
Además, hay algo que muchas veces se olvida en este mundo tan obsesionado con el dinero: la satisfacción personal.
Miremos a Estados Unidos. Allí, muchos de los entrenadores más respetados no están en la NBA, sino en la NCAA, la liga universitaria. No es casualidad: la universidad es una etapa clave en la formación de un jugador. Es ahí donde se pule el talento, donde se trabaja el carácter, donde se consolidan los hábitos. Y para eso hace falta algo más que saber dibujar jugadas en una pizarra.
Además, hay algo que muchas veces se olvida en este mundo tan obsesionado con el dinero: la satisfacción personal.
Pocas cosas deben sentirse mejor que ver a un jugador llegar a la élite sabiendo que tú estuviste con él desde el principio. Que le enseñaste a amar el juego, a respetar a sus compañeros, a levantarse después de cada caída. Esa alegría, ese orgullo, no tiene precio. Literalmente.
Hoy todo gira en torno a los resultados inmediatos y los contratos millonarios. Pero el baloncesto, como cualquier deporte, necesita raíces sólidas. Y esas raíces se construyen en la base. Por eso, más que nunca, necesitamos que los mejores entrenadores estén ahí abajo, donde empieza todo.
Porque sin buena formación, no hay futuro. Ni estrellas.
Hoy todo gira en torno a los resultados inmediatos y los contratos millonarios. Pero el baloncesto, como cualquier deporte, necesita raíces sólidas. Y esas raíces se construyen en la base. Por eso, más que nunca, necesitamos que los mejores entrenadores estén ahí abajo, donde empieza todo.
Porque sin buena formación, no hay futuro. Ni estrellas.
Miguel A Soto
