*** Canchas vacías, cuerpos apagados: sin sol, sin deporte, sin salud ***
Sí, sol. Ese gran olvidado.
De las canchas al sofá, del parque a la pantalla
Como ya comenté en otro post, basta darse una vuelta por cualquier barrio un domingo por la mañana para darse cuenta: las canchas están vacías. Ya no hay chavales sudando, fallando, aprendiendo, compitiendo. No hay comunidad. Y por tanto, no hay movimiento.
La juventud está cada vez más atrapada en interiores: pisos, habitaciones, gimnasios cerrados, centros comerciales. A esto se suma el exceso de pantallas, que empujan a vivir hacia dentro, hacia lo artificial, en lugar de hacia la calle, la naturaleza, el sol.
Y es ahí donde se encienden las alarmas.
El sol no es enemigo, es medicina
Durante años se nos ha metido miedo con el sol: que si el cáncer de piel, que si el envejecimiento, que si las arrugas… Y ojo, es cierto que el exceso sin protección es peligroso. Pero el déficit de sol también lo es, y mucho.
La luz solar —particularmente la exposición directa al sol en las horas adecuadas— es fundamental para:
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La síntesis de vitamina D, clave para el sistema inmunológico, los huesos, el estado de ánimo.
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La salud de nuestras mitocondrias, las centrales energéticas de nuestras células.
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La regulación de los ritmos circadianos (sueño, apetito, energía).
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La prevención de enfermedades autoinmunes, metabólicas y hasta neurodegenerativas.
Y sin sol, sin movimiento y sin deporte, el cuerpo empieza a apagarse.
Enfermos jóvenes, clientes para siempre
La ecuación es sencilla:
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Ni deporte → menos masa muscular, menos salud cardiovascular.
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Ni sol → menos vitamina D, más disfunciones celulares.
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Mucha pantalla → más ansiedad, menos serotonina natural.
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Mala alimentación y sedentarismo → obesidad, inflamación crónica, fatiga.
¿El resultado?
Una generación con síntomas desde muy joven: dolor crónico, insomnio, baja energía, depresión, infecciones recurrentes, déficit de atención…
Y, por supuesto, una solución perfecta para el mercado: pastillas para todo.
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Para dormir.
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Para concentrarse.
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Para levantar el ánimo.
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Para el dolor de cabeza, de espalda, de vida.
Un negocio redondo. Porque un cliente que ya nace dependiente del sistema médico-farmacéutico, es un cliente asegurado de por vida.
¿Estamos a tiempo?
Sí. Pero hay que actuar ya.
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Recuperar los espacios deportivos al aire libre.
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Revalorizar el deporte callejero y escolar.
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Sacar a los jóvenes de los pisos y devolverles el derecho al sol, al juego, al cuerpo.
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Entender que la salud no empieza en una receta médica, sino en cómo vivimos cada día.
Y, sobre todo, dejar de normalizar un modelo de vida que nos enferma lentamente mientras unos pocos se enriquecen rápidamente.
Miguel A Soto
