*** Vencedores, relatos y mitos: ¿vivimos en una realidad construida? ***
Vivimos rodeados de relatos. En el deporte, en la política, en los medios o en la vida cotidiana, las historias que terminan imponiéndose rara vez son neutrales. Casi siempre responden a quien tiene la voz más fuerte, la mayor visibilidad o el poder suficiente para convertir su versión en la “oficial”. Y, como suele decirse, la historia la escriben los vencedores, nunca los perdedores.
En el baloncesto esto se observa con claridad. La figura de la “estrella” se convierte en un mito repetido por los medios una y otra vez. Se amplifican sus virtudes, se adornan sus gestas y se silencian sus defectos, hasta el punto de construir un personaje que ya no es del todo real.
Basta con encender la televisión o revisar cualquier red social para comprobarlo: se habla del héroe, del salvador, del jugador decisivo… pero casi nunca se menciona lo que hace mal o el coste humano que a veces tiene su comportamiento dentro del equipo.
El caso de Michael Jordan es paradigmático. Su nivel competitivo y su mentalidad ganadora lo convirtieron en un icono, pero también fue un compañero duro, exigente hasta la dureza, incluso hostil en ocasiones. Sin embargo, como los Chicago Bulls ganaban, esas conductas quedaban enterradas bajo el brillo de los títulos. La narrativa del éxito hacía que todos callaran: si se gana, se justifica todo.
Pero esta forma de ver las cosas genera un problema de fondo: confundimos el relato con la realidad.
Los medios repiten ciertas versiones —a veces medias verdades, a veces directamente ficciones— hasta que terminan aceptándose como verdades absolutas. Y así se va creando un mundo idealizado donde las estrellas son intocables y los errores se invisibilizan. Es un enfoque cómodo, emocionante, comercial… pero no necesariamente honesto.
Como entrenador, siempre he preferido lo contrario: mirar de frente los errores, analizarlos y corregirlos; cuidar las relaciones dentro del equipo; evitar que un jugador humille a otro por fallar, por no pasar o por ser menos talentoso.
Para mí, el baloncesto es un juego colectivo, no una jerarquía donde uno se cree por encima de los demás. Y aunque ese enfoque no genera titulares, sí construye equipos reales, humanos y más sólidos.
La pregunta es inevitable: ¿estamos viviendo en un mundo cada vez más narrado y menos real?
Quizá sí. Pero reconocerlo es el primer paso para mirar más allá del mito y recuperar la esencia de lo que hacemos, ya sea en el deporte o fuera de él.
Predicando en el Desierto
Miguel A Soto







