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*** Cuando el baloncesto dejó de ser solo deporte ***

Hace ya mucho tiempo que el baloncesto dejó de ser simplemente un juego. Lo que un día fue pasión, compañerismo y deporte puro, se ha convertido hoy en un negocio millonario, una estructura contaminada por intereses económicos, políticos y, en muchos casos, por la corrupción.


En la sociedad occidental actual, el valor de una persona o institución parece medirse exclusivamente en dinero. "Tanto tienes, tanto vales" se ha convertido en una máxima no escrita, pero omnipresente. El deporte, lamentablemente, no ha sido ajeno a esta transformación.


Recuerdo con claridad cómo era todo en los años 70, al menos en mi provincia. El delegado federativo en San Fernando trabajaba sin cobrar un solo céntimo, igual que muchos árbitros, entrenadores y colaboradores. 

Todos compartían una misma motivación: el amor por el baloncesto y el placer de pasar un buen rato entre amigos después de una jornada laboral. No había grandes recursos, pero sí una enorme voluntad. El baloncesto era, entonces, un acto de entrega desinteresada.

Pero ese escenario cambió radicalmente. Las federaciones pasaron a funcionar como auténticas oficinas de recaudación. Había que mantener una estructura, pagar sueldos, crear puestos bien remunerados, y eso significaba trasladar la carga a los clubes. Inscripciones, licencias, arbitrajes, seguros, multas… 

Jugar dejó de ser accesible. Hoy, nadie puede hacerlo gratis, y "¡ay del que se retrase en los pagos!": se expone a sanciones, pérdida de partidos o incluso la expulsión de la competición. Ya no importa el pasado, ni los esfuerzos voluntarios de antaño. Ahora, todo se mide en cifras.

Y como en muchos otros ámbitos, también aquí aparecen los compadreos, los arbitrajes parciales, las prioridades políticas, las amistades interesadas. En una palabra: corrupción. 

El baloncesto, como tantos otros deportes, ha sido arrastrado a un juego sucio que poco tiene que ver con los valores que una vez representó.

No hace falta escarbar mucho para descubrir todo esto. Basta con leer, observar y hablar con quienes han vivido el baloncesto desde dentro durante décadas. Lo que antes era un juego alegre, formativo y humano, hoy está cubierto por una capa de intereses económicos que lo ensucian.

Y en eso estamos. Algunos seguimos amando este deporte. Pero también seguimos lamentando que, para muchos, el baloncesto haya dejado de ser pasión para convertirse simplemente en negocio.



Predicando en el Desierto
Miguel A Soto