La gran mayoría de entrenadores/monitores en la cantera de clubes no profesionales, no están preparados para enseñar, están muy limitados en sus conocimientos técnicos, y lo peor, son incapaces de demostrar físicamente como realizar el ejercicio.
El problema no solo afecta al baloncesto, sino que se repite en muchos deportes de base: una proliferación de entrenadores y monitores que, aunque poseen un título oficial, carecen de la preparación real —técnica, pedagógica y humana— necesaria para educar a jóvenes deportistas.
El sistema se ha mercantilizado. Los cursos de entrenador se han convertido, en muchos casos, en una fuente de ingresos más que en un proceso serio de capacitación. Se prioriza la cantidad sobre la calidad: “más titulados, más equipos, más licencias, más dinero”. Pero el resultado es que se llenan los banquillos de personas que quizás tienen buena voluntad, pero no las herramientas ni los conocimientos para enseñar correctamente.
La carencia no es solo teórica: muchos entrenadores no pueden demostrar físicamente los fundamentos que intentan enseñar. Si un monitor no sabe enseñar cómo ejecutar un tiro en suspensión, cómo mantener la postura defensiva o cómo desplazarse lateralmente de forma eficiente, ¿cómo puede transmitirlo a un niño o adolescente que está formando sus hábitos motores? Esa brecha entre el conocimiento y la práctica genera deportistas mal formados, con vicios técnicos difíciles de corregir más adelante.
Además, está el componente pedagógico. Enseñar no es solo mandar hacer ejercicios: implica saber comunicar, motivar, adaptar las explicaciones según la edad y el nivel, y crear un ambiente en el que el error se entienda como parte del aprendizaje.
Muchos entrenadores se obsesionan con ganar el partido del fin de semana, en lugar de pensar en el progreso del jugador a medio y largo plazo.
En definitiva, el problema es estructural:
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Los cursos deberían ser más exigentes, con verdaderas evaluaciones prácticas.
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El acceso a los banquillos debería depender de la competencia demostrada, no solo de un papel.
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Y sobre todo, debería promoverse una cultura formativa, no resultadista, en las categorías de base.
"La clave para mejorar en el baloncesto es entrenar con situaciones reales de juego"
Todos los aspectos técnicos se pueden mejorar a base de disciplina en el método y constancia. Este es un ejemplo que nos demuestran día a día los jugadores de élite, que no paran de entrenar incluso aunque tengan un nivel superlativo. El bote, el pase, el lanzamiento, el rebote…
todo es mejorable aunque ya seas un jugador de máxima élite.
Todos deberán hacer de todo. Las posiciones están cada vez más difuminadas y lo que priman son las habilidades y lo que pueden generar en pista más allá de su altura o talento.
Predicando en el Desierto
Miguel A Soto