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*** El baloncesto como gallinita ciega: una metáfora de la opacidad en el deporte ***

 
El juego infantil de la gallinita ciega parece, a primera vista, una actividad inocente y divertida. Un jugador con los ojos vendados debe atrapar a los demás mientras estos se burlan, se esconden y lo confunden. Sin embargo, cuando se observa desde una perspectiva crítica, este juego puede ofrecer una potente metáfora para entender ciertos aspectos del baloncesto contemporáneo, tanto a nivel universitario como profesional. 

Al analizar casos como la NCAA, el sistema de ligas en España y las decisiones geopolíticas en la Euroliga, emerge un patrón común: la falta de transparencia, la doble moral y el manejo desigual del poder.

1. NCAA: atados a un sistema millonario

Durante décadas, los jugadores universitarios en Estados Unidos no recibían compensación económica por su participación, a pesar de generar ingresos multimillonarios a través de contratos televisivos, entradas, merchandising y patrocinios. 

El sistema universitario de la NCAA se presentaba como una plataforma formativa, cuando en realidad funcionaba como una maquinaria lucrativa alimentada por jóvenes atletas con los ojos vendados. Solo recientemente, y tras una intensa presión pública y legal, se ha comenzado a permitir que los jugadores obtengan beneficios mediante el uso de su imagen (NIL - Name, Image, Likeness). Aun así, el desequilibrio entre lo que producen y lo que reciben sigue siendo evidente.

La metáfora es clara: el jugador universitario es la gallinita, girado, desorientado, jugando por algo más grande que él, mientras otros –universidades, empresas y federaciones– se burlan, se benefician y se escapan con el verdadero premio.

2. Baloncesto español: profesionalismo selectivo y economía sumergida

En España, el baloncesto profesional y semiprofesional (amateur) también presenta profundas contradicciones. Mientras que los equipos de la Liga ACB están obligados a cumplir con las normativas laborales, incluidos los sueldos mínimos interprofesionales, en las ligas inferiores (Primera, Segunda, Tercera FEB y otras divisiones de la FEB) predomina una economía informal. Muchos jugadores cobran en negro, sin contrato ni cotizaciones, con derechos laborales completamente ignorados.

Aquí, la gallinita es doble: por un lado, el jugador que se arriesga física y emocionalmente sin garantías; por otro, el sistema que pretende regular una estructura donde, en la práctica, se hace la vista gorda ante la precariedad. La burla ya no es infantil: es estructural.

3. Euroliga: geopolítica y doble rasero

El caso de la Euroliga ilustra cómo el deporte puede volverse campo de batalla simbólica. Tras la invasión rusa a Ucrania, los equipos rusos fueron excluidos de la competición. 

No obstante, en medio del conflicto en Gaza, los equipos israelíes han podido seguir participando. Esta asimetría levanta sospechas sobre los criterios con los que se toman decisiones que, supuestamente, responden a principios éticos.

¿Es la gallinita aquí la coherencia de los organizadores? ¿O son los aficionados los que intentan comprender un juego cuyas reglas cambian según el contexto político? En cualquier caso, la ceguera no es inocente: es selectiva, interesada y estratégica.

 

4. Desigualdad económica: el verdadero enemigo del mérito deportivo

Uno de los aspectos más graves de esta "ceguera estructural" en el baloncesto es la enorme desigualdad en los presupuestos entre clubes de una misma liga. A diferencia de la NBA —que, como liga cerrada, impone un sistema de salary cap y mecanismos como el Draft para equilibrar las fuerzas— en la mayoría de ligas nacionales europeas se permite que haya clubes que doblan o triplican el presupuesto de sus competidores.

Esta diferencia permite a los equipos más ricos fichar a los mejores jugadores, tener mejores instalaciones, cuerpos técnicos más cualificados y más recursos para el scouting o el desarrollo. 

Lo mismo ocurre a nivel de cantera: clubes profesionales compiten con selecciones de talento extranjero contra clubes escolares o asociaciones sin ánimo de lucro que apenas sobreviven con recursos públicos o cuotas de familias.

Así, la pregunta lógica es: 

¿Dónde está el mérito deportivo si no hay igualdad de condiciones? 

Ganar deja de ser un logro del esfuerzo colectivo o de la planificación deportiva, y se convierte en el resultado previsible de una inversión desigual. 

El resultado deportivo ya no sorprende: lo dicta el presupuesto.

Conclusión: ¿seguimos jugando a la gallinita ciega?

La metáfora de la gallinita ciega no sólo ilustra la opacidad de algunos sistemas deportivos, sino que también denuncia la falta de equidad que distorsiona el juego desde su base. Cuando el dinero manda sin control, cuando las reglas se aplican con doble rasero, y cuando el esfuerzo no compensa frente al poder económico, el baloncesto deja de ser un deporte justo.

Los jugadores, entrenadores, clubes pequeños y hasta los propios aficionados son parte de un juego donde muchos tienen los ojos vendados. Mientras tanto, los grandes poderes —económicos, políticos o institucionales— se mueven con total visibilidad, aprovechándose de un sistema que les favorece.

El desafío es enorme: democratizar el deporte, regularlo de forma coherente, y devolverle el valor del mérito. Solo entonces el baloncesto podrá dejar de parecerse a un juego infantil, y recuperar su esencia como competencia justa, abierta y digna.