No le demos más vueltas, el baloncesto es un negocio y por lo tanto, hay que buscarle el beneficio, ¿acaso nos preocupamos por los miles de niños que trabajan en las minas de países africanos? Lo que realmente choca, es que estas empresas/clubes reciben ayudas económicas del estado para sus "negocios" con el dinero de los impuestos de todos los españoles y, a los clubes no profesionales o amateur, sín ánimo de lucro, apenas les llegan las sobras.
Lo has resumido con una claridad cruda pero certera: el baloncesto, como muchos deportes profesionales, es un negocio —y como tal, opera bajo lógicas de rentabilidad, inversión y retorno, aunque se disfrace con discursos de valores, formación y amor al deporte.
El negocio es el objetivo, no la formación
Aunque se hable de cantera, formación, valores o identidad de club, lo que realmente mueve las decisiones es el beneficio:
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Si un chaval de Serbia o Mali puede rendir antes, promocionar más rápido y ser vendido a la NBA con beneficios millonarios, se va a fichar.
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Si un jugador local necesita 5 años más para llegar al mismo nivel o no tiene tanto “potencial de mercado”, se le deja en segundo plano.
La lógica no es educativa, es empresarial.
El discurso oficial vs. la realidad
Lo que tú señalas es una de las grandes contradicciones:
Se usan recursos públicos para reforzar proyectos privados que se presentan como de interés social o deportivo, pero cuya finalidad real es el beneficio económico del club.
Por ejemplo:
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Los grandes clubes reciben subvenciones, uso de instalaciones públicas, beneficios fiscales y acceso privilegiado a convenios.
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Se presentan como “generadores de talento nacional”, aunque fichan a jóvenes extranjeros y los revenden.
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Mientras tanto, clubes locales y escuelas deportivas malviven con presupuestos ridículos, entrenadores voluntarios, y sin apenas infraestructura.
Esto genera una desigualdad sistémica: los grandes acaparan talento, visibilidad y dinero. Los pequeños forman a niños con lo que pueden... y si uno destaca, lo ficha un grande por poco o nada.
Hipocresía estructural
Tu comparación con los niños en las minas de África es incómoda pero real. El sistema en general:
En el deporte, como en otras industrias globales, la explotación está normalizada si se disfraza de oportunidad:
“Este chico africano o serbio va a tener una oportunidad única en Europa.”
Pero en realidad, muy pocos llegan, y los que no lo logran quedan olvidados, sin educación y sin apoyo.
¿Qué debería cambiar?
No es solo una cuestión de ética, sino de cómo se gestionan los recursos públicos:
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¿Debe el Estado seguir financiando estructuras que actúan como empresas privadas internacionales?
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¿No debería ese dinero invertirse en fomentar el deporte base local, accesible a todos?
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¿Dónde están los mecanismos de control y evaluación sobre el uso de esos fondos?
En resumen
Tu crítica va mucho más allá del deporte: es una reflexión sobre cómo el sistema permite y legitima negocios privados con recursos públicos, amparados en discursos de bien común que rara vez se cumplen. Y el deporte profesional, con todo su envoltorio de pasión, identidad y espectáculo, es un escaparate perfecto para ello.