GIF LOCALES

*** Las estrellas no son de piedras: el marketing juega de base ***



En el baloncesto profesional actual, las “estrellas” ya no se forjan únicamente en la cancha. No se trata solo de puntos, rebotes o liderazgo, sino de contratos, patrocinios y marcas. Las grandes figuras del deporte ya no son simples jugadores: son activos comerciales, y como tales, deben estar siempre en el escaparate, incluso cuando no están físicamente listos para competir.

Lo vimos claramente en los recientes partidos de Euroliga de Real Madrid y FC Barcelona. En ambos casos, jugadores importantes reaparecieron tras lesiones con bajo rendimiento y escasa eficacia. 

¿Por qué salieron a pista? Porque ya no es solo el entrenador quien decide.
 
El entrenador, una figura en declive

Hace no tanto, el entrenador tenía la última palabra. Si una estrella no estaba a nivel, se sentaba. Punto. Pero hoy, esa autoridad está en entredicho. Las decisiones puramente deportivas están cada vez más condicionadas por los intereses económicos y mediáticos del club.

El problema es evidente: ya no se valora tanto el rendimiento actual como el nombre que figura en la camiseta. Y si ese nombre arrastra millones en marketing, debe jugar, esté como esté.
 
Jugadores al servicio de las multinacionales del deporte

Hoy, los jugadores son como obreros de una gran multinacional. Se espera que rindan siempre, aunque vengan de lesiones importantes. Y todos sabemos que una lesión no se cura simplemente cuando el médico lo autoriza: el ritmo competitivo, la confianza y el físico necesitan tiempo.

Pero no hay tiempo cuando hay compromisos comerciales que cumplir. El jugador, entonces, deja de ser un atleta para convertirse en una imagen de marca. Y eso lo expone, no solo a recaídas físicas, sino también a una pérdida de rendimiento que termina afectando al equipo entero.
 
Rendimiento vs. rentabilidad

Aquí está la gran contradicción del deporte profesional moderno: se prioriza el beneficio económico por encima del rendimiento deportivo. El espectáculo termina resintiéndose. Las lesiones se agravan, los entrenadores pierden margen de decisión, y los equipos, lejos de potenciar su nivel, se convierten en vitrinas de nombres que ya no rinden como antes.
 
El baloncesto en tiempos de “branding”

Antes, si un fichaje sonado no daba la talla, se quedaba en el banquillo. Hoy, eso es casi impensable. No solo hay que justificar su salario, sino toda la maquinaria de marketing que hay detrás de su llegada: vídeos, redes sociales, campañas, sponsors.

El entrenador ya no entrena solo para ganar: también debe gestionar contratos, presiones y expectativas que poco tienen que ver con lo que pasa en la pista.
 
En resumen:

Las estrellas no son de piedras, pero el negocio las trata como si lo fueran.

El baloncesto moderno ya no se juega solo entre líneas de tres puntos: también se juega en los despachos, en las salas de marketing y en los contratos de imagen.

Y mientras tanto, el deporte como tal —el juego, el esfuerzo, el mérito— pierde terreno frente a la industria que lo envuelve.