*** Cuando el talento no basta: jugadores frustrados por entrenadores mediocres ***
Hablar de entrenadores mediocres —los clásicos “sargentos chusqueros” del ordeno y mando— no es fácil. No es un tema que suelan tocar los medios convencionales. Quizá porque incomoda. Pero aquí sí vamos a hacerlo.
En los años 90 conocí de primera mano a jugadores con nivel ACB cuyas carreras quedaron truncadas no por falta de talento, físico o formación, sino por algo mucho más simple y a la vez devastador: la incompatibilidad de carácter con entrenadores incapaces de gestionar personalidades fuertes.
Voy a hablar de tres casos concretos, reales, cercanos, que ejemplifican un problema estructural del baloncesto (y no solo del baloncesto).

1. Palomo “El Nene”: talento y carácter, mala combinación para algunos
Palomo “El Nene” era un alero de 2,04 m, con buen salto, bien formado física y técnicamente. Venía de la cantera del Caja San Fernando de Sevilla (ACB) y tenía todo para hacer carrera arriba. Además, no le faltaba respaldo familiar: hijo de empresario sevillano, lo que muchos llaman despectivamente “niño de papá”.
Tras un enfrentamiento con su entrenador en Sevilla, salió del club y acabó jugando conmigo en Liga Nacional durante una temporada. Tres días a la semana se venía en su descapotable desde Sevilla a Jerez para entrenar.
Recuerdo perfectamente cómo, al enterarse en Sevilla de que había fichado por Caja Jerez, algunos entrenadores me dijeron:
“Miguel, este niño no te dura ni una semana.”
Se equivocaron.
Jugó toda la temporada, tuvimos una relación excelente y, para más datos, el equipo ascendió de categoría ese año.
¿El problema? Nunca fue el baloncesto. Fue el carácter. O mejor dicho, la incapacidad de ciertos entrenadores para convivir con él.
El segundo caso es el de Pepe Villagrán, alero de 2,02 m, natural de Lebrija. Un jugador muy inteligente, con gran capacidad ofensiva y una visión de juego extraordinaria.
Fichó por el Real Madrid en edad junior, lo que ya dice mucho de su nivel. Sin embargo, fue apartado a mitad de temporada. Tuve la oportunidad de hablar personalmente con su entrenador, que fue claro:
“Incompatibilidad de caracteres. Sé que es muy buen jugador de ataque, pero no lo puedo soportar.”
Esa frase lo resume todo.
Pepe no llegó a jugar conmigo, pero teníamos amistad y más tarde lo ayudé a colocarse en equipos de Liga EBA, lejos de donde debería haber estado por talento.
Otra vez, no fue el baloncesto. Fue el ego.
3. Luis Rosa: cuando el talento sí llega… pero no se queda
El tercer caso es Luis Rosa, escolta de 1,95 m, paisano, aunque formado en la cantera del Valvi Girona (ACB). Un jugador con:
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Salto excelente
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Físico ideal para el baloncesto
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Buena mano
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Capacidad reboteadora impropia de su posición
Cogía más rebotes que muchos pívots.
Llegó a jugar en ACB con Caja San Fernando y también en Portugal, aunque su paso fue breve. Tenía carácter fuerte, sí, pero también un compromiso enorme con el trabajo. Siempre que estaba en Jerez de vacaciones, venía a entrenar conmigo.
Tanto a Rosa, como a Pepe Villagran y Chagoyen se los envíe al C.B. San Fernando de EBA - Temp. 95/96.
Cuando jugaba en el equipo EBA del Caja San Fernando, llegó a Sevilla Aleksandar “Aza” Petrović, hermano de Dražen, para entrenar al primer equipo ACB. Al verlo entrenar, preguntó:
“¿Qué hace este jugador en EBA si es mejor que los escoltas que tengo en ACB?”
Lo subió al primer equipo y llegó a jugar incluso competiciones internacionales.
Una prueba clara de que el talento estaba ahí. Lo que faltaba era alguien capaz de verlo… y de gestionarlo.
Rosa, no tuvo minutos, jugó mucho más en EBA que en ACB, pero al menos disfrutó 4 partidos en la élite ante Ourense, Gran Canaria, FC Barcelona y León, en la última jornada, donde consiguió su única canasta en la temporada ACB, un triple.
Más allá del baloncesto: un problema muy español
Estos tres jugadores tenían formación ACB, físico, técnica y mentalidad competitiva. Pero se toparon con entrenadores mediocres, de los que solo saben mandar, incapaces de liderar personas con criterio propio.
Esto no ocurre solo en el deporte.
Pasa en muchas empresas de este país, donde todavía imperan:
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El enchufismo
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El “este me cae bien / este no”
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El miedo al talento que cuestiona
Una realidad incómoda, pero muy real.
El baloncesto —como cualquier profesión— no pierde talento solo por lesiones o falta de trabajo. Lo pierde, demasiadas veces, por mediocridad en los puestos de mando.
Y eso, a la larga, empobrece al deporte y al país.
Predicando en el Desierto
Miguel A Soto


